Esta soy yo, mi nombre es Almudena

jueves, 1 de diciembre de 2011

Para Meditar

Eran las 8 p. m. en una céntrica avenida. 

Una pareja llega tarde para cenar con unos amigos.

La dirección es en una zona que no suelen frecuentar por lo que ella consultó el mapa antes de salir.

... Él conduce y Ella le guía indicandole que gire en la siguiente calle a la izquierda. Él argumenta muy seguro que es hacia la derecha. Se inicia la discusión y casi al instante Ella calla y Él decide girar a la derecha. En pocos minutos Él se da cuenta de que estaba equivocado. Aunque es difícil, admite que tomo el camino equivocado, al tiempo que da la vuelta. Ella en silencio le sonríe con complicidad.
Una vez que llegaron a la cita se disculparon por el retraso la noche transcurrió grata y amena.
Cuando habían emprendido el camino de regreso, Él comenta:
-Tú estabas segura de que tomaba el camino equivocado, ¿por qué no insististe para que me fuera por el correcto?
Ella responde:
- Porque íbamos tarde y el tráfico tan congestionado, que los ánimos estaban calentándose, estábamos a punto de una agria discusión, si insistía más, habría estropeado la noche, y entre tener razón y ser feliz, prefiero ser feliz.

Esta historia fue contada por formador durante una conferencia sobre la simplicidad en el mundo del trabajo.
El utilizó el escenario para ilustrar la cantidad de energía que gastamos sólo para demostrar que tenemos razón, independientemente de tenerla o no.

Desde entonces, me pregunto más a menudo: "¿Quiero ser feliz o tener la razón?

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